El principio fue la linea de comandos…

martes, 8 de mayo de 2007
Escrito por Neodian a las 17:24
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Acabo de leer en kriptopolis un articulo titulado “Yo no odio a Bill Gates” que si bien ya tiene bastante tiempo,quiza sea ahora mismo cuando es interesante echarle un ojo, es un texto muy extenso y estaba divido en dos, aqui os lo traigo entero y todo seguido. Al leerlo no pude evitar recordar el libro que lei hace poco “En el principio fue la linea de comando” de Neal Stephenson y que me habia gustado mucho, por ello he decidido compartir ambas cosas con vosotros y que asi podais disfrutarlas.

Creo que se trata de dos textos muy interesantes para la gente que le gusta la historia de los ordenadores, de como surgieron grandes empresas como Microsoft o Apple hasta que dominaron el mercado mundial de los PC’s aunque quiza esta hegemonia este llegando a su fin, nunca se sabe, eso solo el tiempo lo dira. Os recuerdo que hace poco os traje la pelicula “Piratas en Silicon Valley” que trata toda esta tematica de forma visual, para los vagos.

Sacado de:
http://www.kriptopolis.org/yo-no-odio-a-bill-gates-i
http://www.kriptopolis.org/node/322

Para leer el articulo completo pulsar en seguir leyendo.


Creo que debo ser la única persona en el planeta, pero a mi Bill Gates me cae más bien simpático. Microsoft hace muchas cosas mal y sus productos tienen mas bugs que el water de un cuartel. Pero dicen que cuando se fijan las filias y fobias es cuando uno es joven y cuando yo estaba en ese envidiable estado, Bill Gates no era un plutócrata desaprensivo, sino un programador avispado en guerra con mis malos de esa época: las empresas de hardware y su vocación de tener sistemas operativos propietarios.

Como quiera que todo el mundo se atreve a decir de todo sobre Bill Gates, a mí me gustaría también decir un par de cosas, sobre todo después de leer un escrito tendencioso e inexacto, que abunda en la leyenda de Gates como una especie de delincuente profesional, cuyo camino hacia el éxito es un rosario de estafas y delitos. Yo fui testigo presencial (aunque desde mi pequeño rincón del mundo) del momento más importante de esta historia, cuando Microsoft rompió con IBM, y quiero explicar lo que recuerdo…

El señor del artículo considera sintomático de su personalidad que Gates y su amigote Paul Allen durante su adolescencia “robaran tiempo de computación” en ordenadores a los que no tenían acceso legítimo, a base de colarse en el campus de la universidad de Washington. Esta frase absurda y anti-hacker muestra cómo era el mundo de los ordenadores en los años 70. Para tener acceso a un ordenador tenías que ser “alguien” o decir mentiras al bedel. Se fabricaban muy pocos, eran carísimos y todo el mundo implicado estaba muy contento de que fuera así.

No quiero contestar la crítica demagógica con hagiografía, pero creo que la idea de Gates y Allen de hacer un intérprete de Basic para un pequeño Altair indica una vocación temprana de robar el fuego a los dioses y dárselo a los humanos. El hecho de que en lugar de inventar el “free software” allí mismo lo vendieran a Altair, indica también que a diferencia de Prometeo, Gates pensaba desde el principio en forrarse con esa “vulgarización” de la informática. Así que luego fue haciendo versiones del Basic para las diferentes CPUs que existían, lo cual es la segunda acusación grave puesto que “vendía lo mismo” muchas veces (no bien bien lo mismo pero la misma idea). Antes tuvo que querellarse con los primeros a los que se lo había vendido, porque éstos no le dejaban venderlo a nadie más (la típica discusión entre cliente y programador). Gates ganó el juicio y fundó Microsoft, una empresa que vendía el mismo software muchas veces y a la que no impresionaban los fabricantes de hardware con sus legiones de abogados y su prepotencia.

Vamos a cortar por lo sano la historia porque tampoco es cosa de gastarse los dedos escribiendo lo que ha sido escrito mil veces. La cuestión está en que por una carambola, IBM le pidió que les fabricara un sistema operativo para un nuevo producto con el que iban a hacer la competencia al Apple Macintosh. El Apple era un cacharro que aunque funcionaba bastante mal estaba creando un mercado doméstico de ordenadores. Aunque era barato en comparación con los computadores de universidad-ejército-gobierno que dominaban el panorama, seguía una idea parecida, puesto que el fabricante tenía en su poder todas las licencias, tanto de hardware como de software. IBM quería ceder licencias de su tecnología a fin de que otros fabricantes le ayudaran a hacer frente a la demanda gigantesca que esperaba crear. Con este próposito de gran escala, se vendería a través de Sears (unos grandes almacenes que los más viejos quizás recordarán).

Microsoft sólo tenía 11 personas trabajando y estaba metido en otras cien cosas, así que no tenía tiempo de escribir todo el código. Compró las fuentes de un sistema operativo copiado del CPM y lo modificó a la correprisa. Los que se lo vendieron se tiraron 20 años protestando de haber cobrado sólo 20.000 US$ pero hay que decir que: a)lo habían copiado sin licencia, y b)el precio lo pusieron ellos.

La cuestión es que el sistema operativo funcionaba (más o menos) y el producto fue un éxito mundial inmediato. Lo que pasó a partir de aquí es muy controvertido, pero yo diré lo que ví. Yo trabajaba con otros dos socios haciendo software. Aunque en teoría era software standard, como cada CPU de cada fabricante tenía un sistema operativo diferente, sólo de tanto en tanto podíamos vender “lo mismo dos veces” (el pecado original más deseado por nosotros). En esa época concreta intentábamos centrarnos en CPM/MPM sobre Altos y, excepto en caso de mucha hambre, rechazábamos trabajar con otros sistemas, para no tener que rehacer todo el software de base. La idea de que miles de ordenadores compartiesen sistema operativo era algo que nos fascinaba, así que en cuanto pudimos nos pasamos al MSDOS programando en rudimentario GWBasic (”Basic compilable”). Fue una currada de las que sólo se hacen cuando se tienen veintipocos, pero en pocos meses migramos todo el software de base, el sistema de ficheros hecho por nosotros y encima hicimos una contabilidad y una gestión comercial. Pusimos un anuncio en el periódico con la frase mágica “software compatible”. Si nos saltamos las aventurillas podemos pasar a cuando ya teníamos un parque de clientes y montamos una red de “distribuidores” (tiendas de muebles de oficina o de electrónica) con el objetivo de nunca más hablar con un “cliente final”, que era algo tan odioso que me horrorizo sólo de pensarlo. Vender licencias ahora está mal visto, pero en esa época era algo que te hacía soñar cuando salías de una peluquería a la que le acababas de instalar un sistema a medida con ochocientas modificaciones gratis “porque sino no lo queremos”.

Ahora está de moda decir que MSDOS era una porquería que se colgaba todo el rato, pero es mentira. El config.sys y el autoexec.bat aún eran pequeños (dos o tres líneas bastaban) y comparado con el Unix, era muy sencillo instalar las aplicaciones. A mí el Unix siempre me cayó muy mal, porque cada Unix era de su pueblo (o sea del fabricante del hardware correspondiente) y además estaba hecho a trocitos que tenías que ir juntando y configurando. Además, en lugar de los monitores actuales, había unas “pantallas tontas”, que más que tontas eran burras y también podían ser de muchos modelos diferentes, con su propia idiosincrasia cada uno.

El MSDOS no tenía usuarios, ni sesiones, ni muchas otras cosas, pero cuando le estás dictando por teléfono al empleado de una tienda de televisores que está instalando tu software para un cliente final, todo eso no se echa a faltar sino al contrario. Le dictábamos el autoexec y el config, copiaba los disquettes y adelante. Con los clientes de Unix había que empezar por el principio “qué Unix tiene? qué versión? qué marca son los terminales? etc…” Y luego “que si no me imprime, que si vino el del CCS el otro día y me desinstaló los acentos, que si la pepi la ñ le sale la coma, etc…”

Me voy por las ramas porque al fin y al cabo es la historia de mi vida, pero ahora ya voy a ir al grano. A mediados de los 80 todo el sector bullía de felicidad, menos los IBM, HP, DIGITAL, etc… que veían como los clientes se ponían a reir en su cara cuando les enseñaban la tarifa de precios. IBM -que había desencadenado el asunto- era la más enfadada. Su política de licencia abierta para el bus del PC, que había tenido como objetivo poderse centrar en los componentes claves y que otros fabricantes manufacturaran los complementos (la placa del monitor, la de la impresora, la del teclado), en realidad había provocado que muchas empresas vendieran sus propios PCs sin una sola pieza de IBM y, aún peor que en cientos de semisótanos en Taiwan, Corea, Singapur, etc… se copiaran los diseños licenciados a millones a precios de risa. En un fenómeno de realimentación brutal, la ingeniería VLSI y la fabricación de placas bajaron vertiginosamente de precio a medida que la producción aumentaba exponencialmente. IBM había destrozado el negocio de Apple, pero a costa de destrozar el suyo de paso. Habían creado un mercado de hardware en el que no podían competir por precio, y ellos no producían software. Rumiaron con cuidado su venganza para no fallar el golpe y no dudaron en prescindir de Microsoft, cuyo apetito por la gran escala chocaba con el concepto de volver al sistema antiguo.

Recuerdo perfectamente el SIMO en el que se iba a anunciar el nuevo PS/2 de IBM, que funcionaría con el nuevo bus Microchannel (cuyas licencias no serían públicas sino rigurosamente vigiladas y secretas) y con el sistema operativo OS/2 (propiedad de IBM para que no se pudiera usar en otros ordenadores). Muchas personas de mi entorno (y yo mismo) estaban muy preocupadas. Sería el fin del estándar PC y volveríamos al software diferente para cada fabricante (aparte de tirar a la basura todo lo que habíamos hecho). Los gurús tenían caras largas. Todos los técnicos hablabamos de las excelencias de Microchannel y OS/2, calculando el tiempo que llevaría emigrar y deseando que IBM se apiadara de nosotros y nos vendiera una licencia para desarrollar con PS/2. ¿Pero cuánto valdría? ¿la conseguiríamos? Yo estaba en el estand de un importador de clónicos con el que trabajábamos bastante. En un momento sin público le comenté al director comercial qué pensaba hacer ahora que su negocio se terminaba. Era un antiguo vendedor de muebles de oficina que no sabía ni por dónde se encendía un ordenador. Me miró y me dijo por lo bajini: “IBM son unos mierdas y ya no pintan nada. Si quieren que se vayan. Se van a meter sus licencias por el culo, porque Microsoft se queda con nosotros. Tú tranquilo que ya verás qué risa.” Y encendió un puro mientras oteaba el pasillo en busca de algún cliente potencial. Y ése fue el día que me hice fan de Bill Gates, el programador que nos había librado de la programación a medida y que cuando IBM nos amenazó de nuevo con devolvernos al redil, se enfrentó con ellos y los tumbó por el suelo.

El artículo que ha desencadenado esta regresión contiene muchas más inexactitudes malintencionadas, pero por hoy ya tengo bastante. Y por otro lado también tengo críticas que hacer a la trayectoria reciente de Microsoft pero, como dicen cada dos por tres en el Señor de los Anillos (en el libro): “Ésta es otra historia y será contada en otro momento”.

En mi anterior comentario explicaba por qué se me ponen los pelos de punta cuando alguien dice cosas como “Gates traicionó a IBM” o “Lástima que el OS/2 no triunfara” y por qué, mientras para la juventud el Linux es una promesa de un futuro maravilloso, a mí personalmente me trae ecos de una época horrible. Hoy me gustaría explicar por qué Gates abandonó el prompt de MSDOS y se embarcó en Windows…

No sé qué edad tenía Gates cuando rompió con IBM y la subsiguiente victoria del mundo de los clónicos le hizo multimillonario, pero era ciertamente muy joven. En ese momento vio realizado su plan original de hacerse rico aprovechando (y en cierto sentido habiendo precipitado) la popularización de la informática. Su modelo había sido Henry Ford, de quien tenía colgado un retrato en el despacho y se conocía de memoria toda la biografía. Como es sabido, Ford fabricó coches baratos a millones, haciéndose rico con la popularización del automóvil. Al igual que Gates, convirtió un privilegio de ricos en algo al alcance de todos, y al igual que Gates no inventó realmente nada, sino que se limitó a comercializar una panoplia de tecnologías descubiertas por otros que no supieron o no pudieron sacar provecho de ellas. Pero Gates sabía que Ford había sido infeliz al final de sus días. En un momento dado, Ford se había dormido en los laureles y un competidor (General Motors) le había arrebatado la primacía del mercado. De ser el número uno indiscutible, a años luz de todos los competidores, había pasado a ser el número dos. Gates estaba preparado para que eso nunca le sucediera, y las paranoias que le asaltan de tanto en tanto están provocadas por este temor irracional a repetir la desgracia de su héroe.

Mientras la industria informática vivía una época de euforia sin igual a caballo del binomio MSDOS-Intel, Gates buscaba obsesivamente ese segundón que le tenía que arrebatar el trono. Descartados IBM y el PS/2-OS/2, que se perdían rapidamente de vista mientras su precio y su “incompatibilidad” los condenaban, Gates se fijó en Apple Macintosh. Comandada por un genio auténtico (Steve Jobs) capaz de crear tecnología innovadora y hacerla operativa a una velocidad de vértigo, la empresa había sobrevivido al ataque inicial de IBM-Microsoft. Pero ahora no se limitaba a sobrevivir sino que, pasado el susto, estaba prosperando en medio de la hecatombe de precios risibles desencadenada por los fabricantes asiáticos, que llevaban en hombros a la pareja Microsoft-Intel. Jobs era un genio de la tecnología, pero en marketing tampoco se quedaba corto. En lugar de entrar en la guerra de precios desatada, prefirió seguir con sus precios altos y defenderlos con imagen de marca. Apple era un ordenador simpático para gente enrollada, una especie de Volkswagen cucaracha de la informática. A diferencia de los clónicos de aspecto descuidado, sus cajas eran diseñadas cuidadosamente para tener un aspecto elegante y actual. Tenerlo era una señal de prosperidad y distinción. Jobs se centró en el mercado de los profesionales liberales y los artistas, creándose un hueco que crecía con el tiempo. Como todo lo que llevaba el equipo se fabricaba en coordinación (y era rabiosamente propietario desde el SO hasta el último tornillo), también ganó una cierta fama de estabilidad, a medida que los fabricantes de clónicos iban perdiendo el rigor de las licencias originales de IBM, e instalar una placa en un PC comenzaba a ser algo no evidente.

Pero el arma principal de Apple era la ergonomía de su interfaz. Cualquier tonto podía copiar un fichero a un diskette si alguna vez había visto hacerlo. Para llamar un programa bastaba con reconocer un dibujito sobre el monitor, y para manejarlo recorrer los menús que había en la parte alta y que se desplegaban mostrando las opciones. Jobs no había inventado esto, pero había conseguido meterlo en un hardware poco potente. Como decía un anuncio de nosequé hace muchos años “el que lo prueba no quiere otra cosa”. Los usuarios de Apple se reían de los de MSDOS y de los laboriosos tecleos sin-equivocarse-ni-en-una-tecla a que los sometían sus ordenadores. Bill Gates empezó a ponerse nervioso.

Yo recuerdo bien esa época, porque yo era un fanático del prompt (línea de comandos). La primera vez que me di cuenta de la amenaza fue haciendo una demostración de nuestra contabilidad en casa de un cliente potencial. Mis colegas y yo, aprovechando la bonanza de que hacía como tres años que trabajabamos con el mismo sistema operativo, habíamos desarrollado un sistema de pantallas sobre las que podías moverte con las flechas en todas direcciones (saltando de input en input) y de menús pop-up del que estábamos muy orgullosos. Ese día particular yo notaba que la cosa no iba bien, porque había un imbécil que no paraba de decir que nuestras pantallas eran muy “rudimentarias”, que el monitor de caracteres era muy “pobre”, que mover el cursor con las flechas “no era práctico”,etc… Por mucho que le enseñaba scrolls (en un monitor de caracteres, no nos olvidemos) y cosas así, el hombre no se impresionaba lo más mínimo. Al final les dijo a los otros asistentes a la demo: “esto nada, estas pantallas son antiguas”. Un poco harto le pregunté “¿pero usted que esperaba?” y él me contestó: “Pantallas americanas”. Le pedí que las describiera y él lo intentó, pero no tenía vocabulari,o así que al final me dijo: “Cuando veas una sabrás lo que quiero decir”. Un rechazo categórico como aquel me impulsó a investigar qué leches eran las “pantallas americanas”. Muy pronto até cabos. Era una empresa de construcción y el sujeto debía ser arquitecto. Lo más probable era que hubiera visto un Apple en casa de un colega igual de ignorante que él (puesto que ni siquiera le había podido decir el nombre de la cosa).

Quiero recordar con un sentimiento agridulce los meses siguientes, durante los cuales, ya en posesión del nombre de la amenaza, me veía obligado a justificar no tener pantallas gráficas ni ratón en mis aplicaciones. Le decía a la gente que los “dibujos animados los prefiero por la tele”, que “los monitores de caracteres son más sanos para la vista”, que en un .bat les metería el path y sólo tendrían que teclear unas pocas letras para entrar en el programa (p.e. el nombre de su perro), que Apple era para gente que usaba el ordenador para hacer el indio y que los que curraban se compraban cosas serias (¿había alguien visto un empleado de banca que usara ratón?), etc… Creamos un sistema de menús disparado por el autoexec.bat para que la gente no tuviera que ir al prompt jamás, pero fue todo en vano.

Mientras yo explicaba tonterías a los clientes, Gates había hecho algo más práctico poniendo en el mercado el Windows 2.0. Al principio, mis colegas y yo estábamos entusiasmados (relativamente, porque había que tirar todo el software a la basura otra vez y habíamos perdido costumbre), pero enseguida descubrimos que no estaba hecho de la pasta del MSDOS. Se colgaba todo el rato y parecía suicida desarrollar (y no digamos presentarse en casa del cliente) con aquella porquería. Un poco desengañados de nuestro héroe, pensamos en trabajar con Apple o incluso en OS/2, cuyo Presentation Manager era también un GUI.

Pero Microsoft no había dicho la última palabra. Al cabo de un tiempo salió el Windows 3, que también era bastante basurero, pero contenía una suite de aplicaciones (Word y Excel) muy útil para el cliente final. Toda esta parte de la historia es muy complicada, porque todos los actores intentaban hacerse fintas mutuamente. Apple necesitaba aplicaciones y Microsoft quería que Apple le licenciara una caja de compatibilidad para que el software que corría sobre Apple corriera sobre Windows. Los desarrolladores de nivel mundial no sabían qué hacer, pero mayoritariamente consideraban mejor OS/2 y habían estado desarrollando sobre ese sistema sin atender al pequeño detalle de que ningún cliente final lo compraba. Si Gates salió victorioso es porque era el único que tenía un plan claro, y era de largo el que tenía más parque instalado de clientes. Cuando vio que WordPerfect y Lotus se hacían los remolones y no querían programar para Windows hasta que el panorama se aclarase, metió Word y Excel a martillazos en Windows 3 y se puso a venderlo.

Nosotros estábamos un poco escandalizados porque, aunque comprendíamos los motivos comerciales que impulsaban todo aquello, técnicamente lo veíamos un poco forzado. Al volver al DOS al final de una sesión de Windows teníamos la sensación de aterrizar sobre el suelo tras un vuelo en avión de la Primera Guerra Mundial. Yo personalmente, cuando voy al prompt de mi XP, todavía tengo la sensación de “volver” (aunque ahora el kernel de Windows ya toca con el hardware).

Yo sobre esta época tengo una cosa que decir que es un poco enrevesada. Dicen que en el estreno de una película de Hitchcock, un periodista le llamó la atención sobre quién iba a creerse que el protagonista conociese a una chica en un tren, después saltase del tren perseguido por los malos, corriese por el campo durante todo el día y al llegar a una casa encontrase a la chica allí “por casualidad”. Eso era una tomadura de pelo al espectador. Hitchcock le contestó que él había descubierto que el espectador está dispuesto a tolerar casi cualquier inverosimilitud si se le presenta con buena técnica narrativa. Digo todo esto porque creo que Bill Gates también descubrió en esa época que la informática de consumo tiene su propio criterio de fiabilidad, y que el nuevo tipo de usuario que había surgido con la explosión del PC tenía una tolerancia al desastre mucho mayor que los antiguos administradores de Unix, si uno le sabía presentar eso como el precio por participar en el progreso. Las malas lenguas remontan este concepto a los Apple, cuyo icono de la bomba (que significaba que se había colgado) causaba simpatía en el usuario al aparecer en pantalla. Además, aunque Windows es difícil de instalar, una vez instalado es mucho más ergonómico que el prompt, y a los usuarios finales eso les gusta, aunque de cuando en cuando se quede frito.

Nosotros, como infantería del invento, lo pasábamos mal cuando nuestros programas empezaron a colgarse de formas horribles, porque la máquina gastaba toda su capacidad en hacer tonterías gráficas. Para que por lo menos el cliente salvase los datos, poníamos servidores de red Novell, que permitían crear redes de muchos PCs. Nos consolábamos al ver cómo poco a poco Apple dejaba de ser una amenaza y sus precios altos empezaban por fin a erosionar su cuota de mercado a nuestro favor. A la larga se arruinó tanto que Microsoft tuvo que evitar su quiebra para eludir una partición por las leyes antimonopolio americanas.

El imperio de Microsoft sufrió otras amenazas, pero ninguna tan seria como Apple. Novell tonteó con la idea de hacerle la competencia (no sé si antes o después de que Gates decidiera destruirlos con el NT Server). Lotus también acarició la idea, pero prefirieron venderlo todo a IBM antes de que Microsoft los enfilara. Los tontines de Netscape también dijeron que convertirían Navigator en un sistema operativo poco antes de ser aplastados.

Y así es como Gates ha conseguido que -de momento- no le pase lo que a Henry Ford. Microsoft es un imperio mundial en régimen de cuasi-monopolio, pero conserva la fiereza y la rapidez de reacción frente a las amenazas porque en el fondo de su filosofía de empresa subyace ese miedo cerval a que en algún lugar hay alguien preparándose para derrotarlos. El Office se puebla de prestaciones que nadie usa, para protegerse de esa amenaza fantasma que tanto teme Gates. Siempre se acusa a Microsoft de “inmovilismo”, pero creo que la acusación debería ser la contraria. Microsoft siempre ha estado corriendo de un sitio para otro para competir con una amenaza fantasma que muchas veces sólo ha existido en su imaginación, y ha actuado como Herodes, matando en la cuna por esta causa a empresas que sólo pretendían sobrevivir en un pequeño nicho, y con las que podría haber colaborado.

Ahora por fin parece que el “software libre” puede ser una amenaza verdadera, porque ha conseguido aunar las voluntades de millones contra Microsoft y ha embarcado en sus filas a enemigos viejos pero poderosos, como IBM. A mí en el fondo me es igual quién gane, pero quiero decir bien alto que esto NO es una lucha entre el bien y el mal, ni una lucha entre el progreso y el inmovilismo; es sólo un episodio de guerra comercial en la que el bando contrario a Microsoft es una horda desorganizada, porque cualquier cosa con estructura que se le ha enfrentado ha sido destruida. El “software libre” no puede ser destruido porque no tiene cuenta de resultados. Se alimenta de la fantasía y la capacidad de evocación de una serie de gurús. Si las condiciones son propicias, puede apoderarse de grandes cuotas en determinados sectores. No entro en quién gana y quién pierde con esto, porque cada uno tiene su opinión.

Y para terminar esta larga disertación, quiero decir que Bill Gates es sólo uno más de los plutócratas que rigen el mundo. No es ni el más peligroso, ni el más desalmado, y ni siquiera es el más poderoso (¿qué tal como candidato a estos puestos el vicepresidente Cheney, apoyado por la Casa Blanca y los petroleros de Houston, a la vez que están devastando un país para quedarse su petróleo? ¿no deberíamos guardar un poco de hostilidad para él?). Todos aquello que creen que si Bill Gates cayera, y Microsoft acabase en la ruina, el mundo sería mejor, se equivocan de medio a medio. El mundo tiene muchos problemas y muy gordos, y que el prompt (la línea de comandos) esté en desuso es igual de grave que que hoy en día nadie sepa jugar al Tetrix.

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